Historia

La historia del Camino de Santiago va estrechamente ligada a la historia de Asturias, y la historia de Asturias es parte determinante de la rica historia de la Península Ibérica. No es posible hablar del Camino de Santiago sin hablar de Asturias y de la Monarquía Asturiana, por lo que se debe hacer referencia a la historia de la época en la Península Ibérica para conocer a fondo el fenómeno de Santiago y la trascendencia de su descubrimiento.

La historia del Camino de Santiago va estrechamente ligada a la historia de Asturias, y la historia de Asturias es parte determinante de la rica historia de la Península Ibérica. No es posible hablar del Camino de Santiago sin hablar de Asturias y de la Monarquía Asturiana, por lo que se debe hacer referencia a la historia de la éoca en la Península Ibérica para conocer a fondo el fenómeno de Santiago y la trascendencia de su descubrimiento.
Al norte de la Cordillera Cantábrica, los pueblos constituidos por los astures, cántabros y vascones, quedan fuera del estricto control de los pueblos invasores germánicos y siguen conservando parte de las estructuras heredadas de los pueblos prerromanos de estas zonas.
Con las invasiones germánicas, comienza el proceso feudal de dominación por parte de la aristocracia y desaparece la organización del estado romano aunque se mantiene la organización eclesiástica. Parte de la población hispana tardorromana es cristiana. De los pueblos invasores, los suevos se convierten al cristianismo en el siglo V, y los visigodos se convierten al catolicismo con la reconversión del rey Recaredo en el III Concilio de Toledo. Estamos ante un territorio de mayoría cristiana que se intercala con otros cultos paganos, especialmente en los pueblos de mayor influencia prerromana en el norte de la Península, de marcado carácter celta y tribal.
Con esta configuración espacial en la Península Ibérica, y tras las luchas entre unos y otros pueblos por dominar los territorios peninsulares que finalmente acaban en poder de los visigodos, se dan las circunstancias para que en el año 711se produzca la invasión musulmana.
La Península Ibérica, que hasta ese momento evoluciona en la misma dirección que el resto de la Europa Occidental, en el comienzo del siglo VIII toma una senda diferente que hace cambiar notablemente el rumbo de su historia.
En la primavera del año 711, Tariq, al mando de un ejército de bereberes, cruza desde el norte de África el Estrecho y desembarca en el lugar hoy llamado Gibraltar. Comienza así la invasión musulmana, y tras la batalla de Guadalete en el año 711, se pone fin al reino visigodo de Toledo, que ostentaba el rey Rodrigo desde el año anterior (710-711), y se da al traste al proceso de feudalización que se estaba llevando a cabo de una manera ya muy avanzada. Esta estructura feudal del reino visigodo es una de las causas que explican la tremenda facilidad con la que se llevó a cabo la invasión musulmana. En poco más de dos años, prácticamente la totalidad de la Península cristiana pasa a poder del Islam, en unas ocasiones por efectos de la espada sarracena y en otras ocasiones favorecida por los pactos acordados por los musulmanes con ciudades, dignatarios del reino y grandes propietarios. En cambio, los nuevos invasores musulmanes no logran dominar plenamente las franjas del norte peninsular que se extienden por la Cordillera Cantábrica y la Cordillera Pirenaica. Estas zonas coinciden de nuevo con los territorios más hostiles frente a la romanización y los que habían opuesto mayor resistencia al asentamiento visigodo.
El invasor musulmán, con su califato en Córdoba, pretende imponer su autoridad por medio de tributos, pero ese dominio tampoco es bien recibido en este caso por los pueblos norteños, como tampoco había sido bien recibida la dominación romana ni la de los pueblos germánicos.
Durante un periodo aproximado de cinco años, en el que hay presencia musulmana en Asturias, el bereber Munuza es el encargado de la organización de los territorios y el cobro de tributos del tercio noroccidental de Hispania, y ejerce el poder desde las sedes alternativas de Astorga (Astúrica Augusta), Lugo de Llanera (Lucus Asturum) y Gijón (Gigia). Estas sedes están muy bien comunicadas entre sí por medio de calzadas romanas, que comunican Asturias con León, Cantabria y Galicia. El centro de Asturias ya cuenta con vías de comunicación en época romana que son aprovechadas por los musulmanes en sus intentos de dominio del territorio.
Es en Cangas de Onís, en el oriente del actual territorio de Asturias, y más concretamente en Covadonga, según cuentan las crónicas, donde Pelayo, que se había hecho fuerte en las montañas con un grupo de hombres que según las crónicas árabes se vieron reducidos a un número de 30 después del fuerte asedio a que se vieron sometidos, se enfrenta y derrota a los musulmanes en el año 722 y comienza de esta manera la reconquista cristiana de la Península Ibérica.
Con posible linaje de los reyes godos, Pelayo es el primer príncipe – rey y fundador de la Monarquía Asturiana. Establece la capital de su reinado en Cangas de Onís y está al frente del mismo durante diecinueve años (718-737).

 

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A Pelayo le suceden otros reyes, y el rey Silo (774-783) traslada la corte a Pravia, la antigua Flavionavia romana, aprovechando la buena situación junto al río Nalón y la centralidad en el reino, que ya ha incorporado los territorios de Galicia y aumenta así sus dominios hacia el oeste peninsular.
Con Alfonso II el Casto (791-842), la corte se traslada definitivamente a Oviedo, donde él había nacido. Es el lugar donde su padre, el rey Fruela I había concedido la fundación del monasterio de San Vicente por Máximo y Fromestano, que parece ser el precursor de los orígenes de Oviedo, y donde el propio rey Fruela I debió construir una primera iglesia dedicada al Salvador.
Oviedo pasa a ser sede regia y comienza la época de mayor esplendor del Reino de Asturias. Son 51 años de reinado que consolidan a la Monarquía Asturiana después de pasar por serias dificultades. En este periodo hay numerosas revueltas internas, que lo desplazan del reinado en dos ocasiones, y continuas batallas con los musulmanes que no dejan pasar un año sin efectuar incursiones contra el norte peninsular. Llegan incluso a destruir la ciudad regia de Oviedo y sus iglesias en el año 794. En el año 795 vuelven a saquear Oviedo e intentan hacer prisionero al propio rey Alfonso II. Ésta será la última vez que los musulmanes penetran en el territorio de la actual Asturias. Con posterioridad se producen numerosas batallas en las zonas extremas del reino, Álava, Galicia y Castilla, siendo Alfonso II capaz de resistir y mantener las fronteras del reino, e incluso pasar a la ofensiva y llegar hasta Lisboa.
Alfonso II el Casto tampoco descuida las relaciones con otros reinos cristianos más allá de las fronteras, y así según fuentes de procedencia franca, hablan de la repetida presencia de embajadores del rey asturiano en las cortes carolingias, lo que asegura los contactos de la Monarquía Asturiana con Carlomagno en las postrimerías del siglo VIII.
Alfonso II el Casto también se ocupa de manera importante del aspecto religioso y humano en la ciudad regia; reconstruye la basílica en honor de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo destruida en las campañas islámicas del año 794 y 795, y erige los edificios representativos de la sede regia: El Palacio Real con su capilla palatina o Cámara Santa anexa, el Panteón de Santa María y la Iglesia de San Tirso. También manda construir la iglesia de Santullano, extramuros de la ciudad regia. En la Cámara Santa, el rey custodiaba las valiosas reliquias que garantizaban la protección divina de su reino. Estas reliquias las había trasladado desde el monte Monsacro (al sur de Oviedo) donde estuvieron ocultas de los musulmanes en una cueva dentro de un arca de madera. Entre las reliquias santas estaba el Santo Sudario, que es el paño que cubrió la cabeza de Jesús de Nazaret después de su muerte. En el año 1075, el rey Alfonso VI abre solemnemente el Arca de las Reliquias y se deja constancia de su contenido en el Acta de apertura. Además ordena construir una nueva recubierta de chapas de plata.
El símbolo cristiano de la cruz tiene también un gran simbolismo para los monarcas astures. Así, en el año 808, Alfonso II el Casto dona a la iglesia de San Salvador de Oviedo la Cruz de los Ángeles, cruz griega de brazos prácticamente iguales, con alma de madera de cerezo recubierta de láminas de oro, filigrana y pedrería. Una copia exacta de esta cruz es donada por el rey Alfonso III en el año 874 a la basílica de Santiago de Compostela, aunque a día de hoy está desaparecida tras su robo a comienzos del siglo XX.
En torno al año 814 se produce el acontecimiento central de la presente historia. Se descubre en Galicia, en Campus Stellae (Compostela), el sepulcro que se acepta como del Apostol Santiago.
En la época medieval descrita la religión tiene tremenda importancia en el poder de los reyes, y es una etapa histórica donde quien tiene más reliquias santas tiene mayor poder. Las reliquias se consideraban para aquellos que las poseían, un elemento de protección, y por eso se les construyen unos espacios dignos para albergarlas, como es el caso de la Cámara Santa de Oviedo, edificio de dos plantas en el que las reliquias se ubican en la pequeña capilla superior.
Son unos años de luchas continuas contra el infiel musulmán y es fácil comprender que el propio rey Alfonso II el Casto emprenda viaje con su corte regia hasta Compostela para comprobar la veracidad del descubrimiento y recibir el espíritu divino del apóstol Santiago el Mayor. Se va el séquito a venerar los restos del Apostol de Cristo, que reposan en unas tierras que son los confines occidentales del Reino de Asturias y que en esa época se pensaba que lo eran de la tierra entera, el Finis Terrae romano (Finisterre). Se trata por tanto de la primera peregrinación a Santiago. Nace de esta manera la tradición de las peregrinaciones jacobeas que se transmiten por todo el mundo cristiano a partir de esa época, en pleno siglo IX.
Alfonso II manda construir una capilla sobre la tumba del apóstol y posteriormente una iglesia en el año 829. Ya en el año 899, Alfonso III el Magno edifica una basílica prerrománica para dar mejor acogida al creciente número de peregrinos que acuden ante la tumba de Santiago el Mayor. En el año 997, el musulmán Almanzor arrasa la construcción y se lleva puertas y campanas a la mezquita en Córdoba. No es hasta el año 1075 cuando comienza la construcción de la actual catedral sobre las anteriores construcciones y en el año 1211 es consagrada definitivamente ante el Rey Alfonso IX.
Desde el momento del descubrimiento del apóstol, y debido a la conexión del reino de Asturias con el imperio Carolingio, la noticia se extiende por la Europa cristiana y se hace imparable el fenómeno de las peregrinaciones.
Hasta el reinado de Alfonso III el Magno (866-910), la corte regia sigue en Oviedo. Hasta este periodo, las tierras situadas al sur de la Cordillera Cantábrica, en el valle del Duero, quedan prácticamente despobladas, y son ocupadas alternativamente por cristianos y musulmanes. No existen unas fronteras definidas. Es este rey el que da un impulso militar definitivo a la Reconquista y extiende los dominios, permitiendo la repoblación de amplias zonas en este valle del Duero.
En el año 908 dona la Cruz de la Victoria a la Iglesia Catedral de San Salvador de Oviedo. Esta joya de orfebrería única en la época medieval referida, fue elaborada sobre la cruz de madera de roble que portaba Pelayo en su lucha contra los musulmanes en Covadonga. Está revestida de láminas de oro, esmaltes y pedrería, y fue forjada en el Castillo de Gauzón (próximo al actual Avilés). El rey Alfonso III el Magno la tomó como emblema, empleándola de distintivo en las principales construcciones que mandó edificar. Desde ese momento ya nunca se separó de la simbología de Asturias hasta nuestros días en que es la figura distintiva amarilla sobre fondo azul de la bandera de Asturias.
Después de este periodo histórico de 13 reyes de la monarquía asturiana, y debido a que la sede regia de Oviedo ya quedaba lejos estratégicamente del resto de territorios conquistados al sur de la Cordillera Cantábrica, se traslada la corte a León, lo que constituye el inicio del reino de León, que posteriormente se integrará en el reino de Castilla, que junto al de Aragón evolucionará hasta constituir la actual nación española.
Desde tiempos de su descubrimiento, y debido a la creencia extendida de la predicación de Santiago en la Península Ibérica, se le adopta como patrono o protector de los territorios cristianos peninsulares. Incluso se le atribuyen victorias sobre los musulmanes apareciendo con espada sobre un caballo blanco, como en la batalla de Clavijo, en el año 844, en tiempos del rey asturiano Ramiro I, y en otras batallas de la Reconquista. Desde entonces Santiago es el patrono de España.
Volviendo de nuevo a la peregrinación a Santiago queda suficientemente claro el vínculo de Asturias y de Oviedo con el Camino de Santiago y las peregrinaciones jacobeas. Es más, durante un siglo y medio aproximadamente desde el descubrimiento del sepulcro del apóstol, el Camino del Norte fue el único que podía transitar el peregrino. Transitar por el sur de la Cordillera Cantábrica, por el valle del Duero, era prácticamente imposible por la ausencia de asentamientos de población donde poder hacer un alto en el camino con cierta seguridad. Además, las incursiones musulmanas eran constantes en esta zona utilizada por ambos ejércitos para hostigarse entre sí. Hasta que se realizaron repoblaciones en esta zona de nadie y se aseguraron posiciones desde el punto de vista estratégico militar no era segura esa vía de peregrinación. Con el paso de los años, a medida que se fueron conquistando nuevos territorios y expulsando a los musulmanes hacia el sur de la península, fue tomando importancia la ruta de peregrinación por la cuenca del Duero, como así quedó constancia en el Códice Calixtino (Códex Calixtinus), de mediados del siglo XII que hace una descripción detallada del itinerario coincidente en la actualidad con el Camino Francés, por el sur de la Cordillera Cantábrica.
Por otra parte, después de Jerusalén, Roma y Santiago de Compostela, las reliquias de la Cámara Santa de Oviedo alcanzaron tal fama en la Europa medieval que las peregrinaciones fueron numerosas por los Caminos del Norte en todas las épocas. De ahí el dicho de que “Quien va a Santiago y no al Salvador, visita al criado y deja al Señor”. Era visita obligada a la ida o a la vuelta de Santiago pasar por la catedral de Oviedo. De hecho, el número de peregrinos que pasaba por Oviedo era tan elevado que ya en el siglo XIII, Alí ben Yusuf comentaba que era tan grande la multitud de los que van y vuelven que apenas dejan libre la calzada hacia Occidente. En el siglo XV, la catedral de Oviedo tenía que poner unos 32 confesores a disposición de los peregrinos que querían ganar el Jubileo de la Santa Cruz y acuñar 25.000 enseñas de peregrino que preveían vender durante la Perdonanza del año 1481.
El cabildo de la catedral, aprovechando la importancia de las reliquias santas que albergaba la misma, obtuvo ya en el año 1438 por parte del Papa Eugenio IV, la indulgencia plenaria a los que visitasen la Catedral de Oviedo el día de la Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre) o los ocho días anteriores o posteriores y entregasen limosna para la fábrica de la Catedral. Otros Papas con posterioridad ampliaron y confirmaron las gracias del Jubileo, y en la actualidad se rige por los criterios establecidos en 1985.
La Santa Cruz es la de Cristo y se representa en la Cruz de Los Ángeles. Desde el 14 de septiembre hasta el 21 de septiembre se celebra en la Catedral de Oviedo la Santa Misa, y el peregrino que haga la confesión, comunión, profesión de fe y rezo por las intenciones del Papa, y haya peregrinado individual o colectivamente a la Sancta Ovetensis o Catedral de Oviedo y a su Cámara Santa, obtendrá el Sacramento del Perdón con la Indulgencia Plenaria del Jubileo. Además, los días 14 y 21 de septiembre se expone el santo lienzo al peregrino en la nave mayor de la Catedral al final de la celebración y con él se da la bendición.
En estas líneas se han intentado explicar de manera sencilla unas breves reseñas de la historia que nos hagan comprender mejor el fenómeno de las peregrinaciones jacobeas.